04 marzo, 2011

Todo lo sólido se desvanece en la calle-Egipto

Egipto, Mubarak cayó por el aumento del precio del pan, en los mercados el precio del trigo aumento un 100%. Los medidores de la economia global, previenen sobre una inevitable crisis social colectiva, por la falta de acceso a los alimentos, por la suba de precios, y el estallido de la burbuja neo liberal, que se trago los famosos excedentes financieros.
En nuestra Patria Grande, la fricción entre los sectores concentrados de la economía, y los gobiernos "cada vez más parecidos a sus Pueblos", se torna salvaje. Bajo el disfraz del slogan "seguridad ciudadana", se esta construyendo un "corpus" regional represivo, que toma como enemigo interno, otra vez, a los pobres y en definitiva a cualquier Ser que se queje de la miseria y marginación.
Mientras tanto, en Paraguay los sojeros, contrabandistas de agro tóxicos y fertilizantes, se niegan a pagar tributos impositivos por la renta extraordinaria, el gobierno del cambio, cambio la baja al subsidio del gas oil, por el aumento a la tarifa de los colectivos, único transporte público de masas.
En Argentina, los "dueños" del campo, como gustan llamarse los latifundistas, condicionan y amenazan con dejar sin alimentos las mesas si tocan sus intereses, en Uruguay, un Presidente, militante social, comprometido agrega militares al control social, en Brasil la "patria paulista" desvía capital especulativo a la soja, por ende los brasiguayos avanzan en el sur de Brasil y cruzan libremente la frontera de Paraguay, traficando las ganancias millonarias y como verdaderos corsarios, con patente de corso, se llevan los dólares a Sao Paulo. Sin dejar ni moneditas en el empobrecido Paraguay.
O sea, me parece que si no ponemos atención estratégica, y priorizamos los intereses nacionales, regionales, perderemos la oportunidad de construir una Patria Grande, soberana, libre y con Pueblos dignos.
Como cada vez que la historia, puso como realidad graves crisis, la salida es siempre megas guerras, que esta vez raramente sean entre estados nación, más bien serán entre dominadores y dominados. En esto no hay diferencias ni ideológicas, ni religiosas, sean Islamistas, Cristianos, Judíos, europeos, americanos, de derecha o de "izquierda?", todos los poderosos ven que sus enemigos están dentro de sus propias fronteras y son las personas luchando por comer.
Respecto a Unasur, es aun débil como herramienta pero a ella debemos apostar, poner nuestro esfuerzo en que no se desvanezca, significa cambiar la matriz de dominación centrista, por la inclusión solidaria, que respete nuestras culturas y defienda de verdad nuestros intereses regionales. Por algo se trata de que no crezca.
Angel Fernandez Schejtman

Todo lo sólido se desvanece en la calle
Raúl Zibechi



Las revueltas del hambre que sacuden al mundo árabe pueden ser apenas las primeras oleadas del gran tsunami social que se está engendrando en las profundidades de los pueblos más pobres del planeta. El fenomenal aumento de los alimentos (58% el maíz, 62 % el trigo en un año) se está convirtiendo en la espoleta que dinamiza los estallidos pero el combustible lo aporta la brutal especulación financiera que se está focalizando, nuevamente, en las materias primas. Algunos precios ya superaron los picos de 2008, aunque el Banco Mundial y el FMI se muestran incapaces de frenar la especulación con los alimentos, con la vida.

Dos hechos llaman la atención en la revuelta árabe: la velocidad con que las revueltas de hambre se convirtieron en revueltas políticas y el temor de las elites dominantes que no atinaron, durante décadas, a otra cosa que no fuera resolver problemas políticos y sociales con seguridad interna y represión. La primera habla de una nueva politización de los pobres del Medio Oriente. La segunda, de las dificultades de los de arriba para convivir con esa politización. El sistema está mostrando sobradamente que puede convivir con cualquier autoridad estatal, aún la más “radical” o “antisistema”, pero no puede tolerar la gente en la calle, la revuelta, la rebelión permanente. Digamos que la gente en la calle es el palo en la rueda de la acumulación de capital, por eso una de las primeras “medidas” que tomaron los militares luego que Mubarak se retirara a descansar, fue exigir a la población que abandonara la calle y retornara al trabajo.

Si los de arriba no pueden convivir con la calle y las plazas ocupadas, los de abajo -que hemos aprendido a derribar faraones- no aprendimos aún cómo trabar los flujos, los movimientos del capital. Algo mucho más complejo que bloquear tanques o dispersar policías antimotines, porque a diferencia de los aparatos estatales el capital fluye desterritorializado, siendo imposible darle caza. Más aún: nos atraviesa, modela nuestros cuerpos y comportamientos, se mete en nuestra vida cotidiana y, como señaló Foucault, comparte nuestras camas y sueños. Aunque existe un afuera del Estado y sus instituciones, es difícil imaginar un afuera del capital. Para combatirlo no son suficientes ni las barricadas ni las revueltas.

Pese a estas limitaciones, las revueltas del hambre devenidas en revueltas antidictatoriales son cargas de profundidad en los equilibrios más importantes del sistema-mundo, que no podrá atravesar indemne la desestabilización que se vive en Medio Oriente. La prensa de izquierda israelí acertó en señalar que lo que menos necesita la región es algún tipo de estabilidad. En palabras de Gideon Levy, estabilidad es que millones de árabes, entre ellos dos millones y medio de palestinos, vivan sin derechos o bajo regímenes criminales y terroríficas tiranías (Haaretz, 10 de febrero de 2011).

Cuando millones ganan las calles, todo es posible. Como suele suceder en los terremotos, primero caen las estructuras más pesadas y peor construidas, o sea los regímenes más vetustos y menos legítimos. Sin embargo, una vez pasado el temblor inicial, comienzan a hacerse visibles las grietas, los muros cuarteados y las vigas que, sobreexigidas, ya no pueden soportar las estructuras. A los grandes sacudones suceden cambios graduales pero de mayor profundidad. Algo de eso vivimos en Sudamérica entre el Caracazo venezolano de 1989 y la segunda Guerra del Gas de 2005 en Bolivia. Con los años, las fuerzas que apuntalaron el modelo neoliberal fueron forzadas a abandonar los gobiernos para instalarse una nueva relación de fuerzas en la región.

Estamos ingresando en un período de incertidumbre y creciente desorden. En Sudamérica existe una potencia emergente como Brasil que ha sido capaz de ir armando una arquitectura alternativa a la que comenzó a colapsar. La UNASUR es buen ejemplo de ello. En Medio Oriente todo indica que las cosas serán mucho más complejas, por la enorme polarización política y social, por la fuerte y feroz competencia interestatal y porque tanto Estados Unidos como Israel creen jugarse su futuro en sostener realidades que ya no es posible seguir apuntalando.

Medio Oriente conjuga algunas de las más brutales contradicciones del mundo actual. Primero, el empeño en sostener un unilateralismo trasnochado. Segundo, es la región donde más visible resulta la principal tendencia del mundo actual: la brutal concentración de poder y de riqueza. Nunca antes en la historia de la humanidad un solo país (Estados Unidos) gastó tanto en armas como el resto del mundo junto. Y es en Medio Oriente donde ese poder armado viene ejerciendo toda su potencia para apuntalar el sistema-mundo. Más: un pequeñísimo Estado de apenas siete millones de habitantes tiene el doble de armas nucleares que China, la segunda potencia mundial.

Es posible que la revuelta árabe abra una grieta en la descomunal concentración de poder que exhibe esa región desde el fin de la segunda guerra mundial. Sólo el tiempo dirá si se está cocinando un tsunami tan potente que ni el Pentágono será capaz de surfear sobre sus olas. No debemos olvidar, empero, que los tsunamis no hacen distinciones: arrastran derechas e izquierdas, justos y pecadores, rebeldes y conservadores. Es, no obstante, lo más parecido a una revolución: no deja nada en su lugar y provoca enormes sufrimientos antes de que las cosas vuelvan a algún tipo de normalidad que puede ser mejor o menos mala.

- Raúl Zibechi, periodista uruguayo, es docente e investigador en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor de varios colectivos sociales.

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