Casi no pudo dormir en toda la noche. Una mezcla dulce de alegría y ansiedad le quitó el sueño y la desveló. “No lo podía creer”, dice Belén a PáginaI12, sobre el fallo que la absolvió de la injusta condena que llevaba su nombre real. La noticia la encontró lejos de Tucumán, esa provincia, su terruño, que la maltrató tanto al punto de meterla presa arbitrariamente durante casi novecientos días, después de sufrir un aborto espontáneo en la guardia del Hospital Avellaneda, adonde llegó por un dolor de panza y se la llevaron esposada a una cárcel. “No quiero volver a Tucumán porque tengo recuerdos malos”, dijo la joven ayer a la mañana. Se la escucha radiante. Tiene planes para iniciar una nueva vida en el conurbano bonaerense, con su pareja, con quien planea casarse y formar una familia. “¿Ahora quién me va a devolver los tres años que pasé encerrada?”, pregunta, y todavía no tiene respuesta.