07 marzo, 2014

27 de enero: Día Internacio​nal de Conmemorac​ión Anual en Memoria de las Víctimas de las masacres nazis en Europa


DOCUMENTO DEL ICUF
(Idisher Cultur Farband / Federacion de Entidades Culturales Judias de la Argentina)


27 de enero: Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas de las masacres nazis en Europa, instituido por las Naciones Unidas.

Como judío que va hacia Auschwitz, Dachau, Auschwitz, BelsenSylvia Plath (poetisa norteamiericana)
El 27 de enero de 1945, el Ejército Rojo liberó el mayor campo de de concentración y exterminio creado por los nazis: Auschwitz. Auschwitz no era la antesala del infierno, sino que era el infierno mismo. Junto con las matanzas de las juderías europeas, el nazismo también asesinó mas de 500000 gitanos, testigos de Jehová, homosexuales, discapacitados y otros “diferentes”. De nada sirve la calculadora de la barbarie ni la burocrática administración de lo salvaje e inhumano. Todas estas atroces infamias nos impulsan a trabajar para que no se vuelvan a repetir nunca mas. No hay que olvidar los horrores de la guerra. No hay crueldades de primera o ferocidades de segunda. Simplemente hay horror.
El respeto a las muertes de todos los pueblos es imprescindible; hay que correr el velo de oscuridad sumando voluntades y esfuerzos para un mundo sin guerras ni discriminación alguna.
¿Podemos pensar, escribir poemas, componer música y hacer canciones después de Auschwitz? Sí, podemos y debemos. Auschwitz no fue lo irracional. No solo fue la industrialización oficinesca de la muerte, sino la culminación de los criterios des-humanizantes del capital. Nuestras locuras son la trágica medida de nuestra racionalidad. Auschwitz es Hiroshima, Vietnam, ESMA, el Vesubio, Guantánamo, Kosovo, Fajula, La Perla.
¿Vamos a contrarreloj? La (in)justicia no prescribe. Debemos reclamar un proceso profundo para sacar la verdad a la luz. Ante los crímenes de lesa humanidad, lo primordial no es solo que los verdugos (ex – guardias de campos de concentración, torturadores, esbirros del odio y el dolor) reciban sus condenas, sino también construir justicia, mas allá de que hoy sean –en apariencia- apacibles ancianos.
Se trata de que el terror no nos paralice el pensamiento ni se nos haga simpático al verdugo. La tiniebla subsiste, pero es la razón y quizá la excusa para la tarea de la luz. Por Auschwitz y sus cámaras de gas, por los ghettos, por las masacres pasadas y presentes no lloramos; la lucha y la esperanza no se lloran: cantamos, nos sumamos a construir un mundo de paz, solidario, fraterno, equitativo, democrático.
Los que vivís seguros en vuestras casas caldeadas
Los que os encontráis, al volver por la tarde, la comida caliente y los rostros amigos:
Considerad si es un hombre quien trabaja en el fango
Quien no conoce la paz, quien lucha por la mitad de un panecillo
Quien muere por un sí o por un no.
Considerad si es una mujer quien no tiene cabellos ni nombre
Ni fuerzas para recordarlo vacía la mirada y frío y el regazo
Como una rana invernal.
Pensad que esto ha sucedido: os encomiendo estas palabras.
Grabadlas en vuestros corazones al estar en casa,
al ir por la calle, al acostaros, al levantaros;
Repetídselas a vuestros hijos.
O que vuestra casa se derrumbe, la enfermedad os imposibilite,
Vuestros descendientes os vuelvan el rostro.
Primo Levi (1919-1987)
Tomado de Si esto es un hombre, en Trilogía de Auschwitz, Barcelona, El Aleph, 2005. p. 29.

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Theodor Adorno pronunció alguna vez una frase infeliz: afirmó que no era posible escribir poesía después de Auschwitz. Se equivocaba y ahí está la obra de Paul Celan que lo desmiente. O la de Kenzaburo Oé, después de Hiroshima y Nagasaki. Durante años pensé que el error de Adorno consistía en una omisión, que le faltó un ‘como antes’, que no se podía escribir poesía como antes de Auschwitz, como antes de Hiroshima y Nagasaki, como antes del genocidio argentino.
Y ahora pienso que no hay un después de Auschwitz, de Hiroshima y Nagasaki, ni del genocidio argentino, que estamos en un durante, que las matanzas se repiten una y otra vez en algún rincón del planeta, que existe ese genocidio más lento que los hornos crematorios pero no menos brutal llamado hambre, que en el medio siglo que dejamos atrás no ha habido un solo día de paz en el mundo. Padecemos un tiempo anterior, en realidad, anterior al sueño posible, a la humanidad posible, a su fulgor posible. Y, sin embargo, la poesía continúa, tal vez porque encuentra, como Juan Rulfo dijo, el olor de la gente como una esperanza.
Fragmento del discurso de Juan Gelman (1930-2014) en Guadalajara (México) en noviembre de 2000, al recibir el premio Juan Rulfo

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