16 mayo, 2017

Las madres mexicanas que excavan la tierra para buscar a sus hijos Por PAULINA VILLEGAS

https://www.nytimes.com/es/2017/05/10/las-madres-mexicanas-que-excavan-la-tierra-para-buscar-a-sus-hijos/?em_pos=large&emc=edit_bn_20170511&nl=boletin&nlid=79319775&ref=headline&te=1

Rosario Sáyago saca la varilla de fierro embarrada y la huele de cerca: “Ven, mira, acércate”, le dice a María de Jesús Basón. “Este huele a tierra mojada, para que te vayas acostumbrando. Cuando huele a muerto luego luego te das cuenta”, le explica.
Salvo por las conversaciones, en el lugar solo se oye el sórdido clic-clac del martillo que golpea la varilla en forma de cruz para hundirla dos o tres metros bajo tierra.
Con esta técnica, desde agosto de 2016 hasta hoy, las mujeres que forman el Colectivo Solecito han encontrado y ayudado a exhumar 263 cuerpos en la que hoy se conoce como la fosa más grande de México: un predio de praderas verdes y montículos de tierra que forman una cuneta del tamaño de dos canchas de fútbol, a unos 15 kilómetros de Xalapa, capital del estado de Veracruz.
Cada mañana, de lunes a viernes, entre cinco y diez mujeres se reúnen en un pequeño supermercado en las afueras de la ciudad y compran agua, hielos y refrescos para resistir el sol que las asedia mientras excavan la tierra para buscar los cuerpos de sus hijos y maridos desaparecidos.
Rosario Sáyago tiene 39 años y lleva más de tres buscando a su esposo, Juan Carlos Montero Parra, un policía municipal que desapareció junto con otros siete oficiales mientras realizaban un patrullaje, presuntamente a manos de la policía estatal.
Pero esta mañana de marzo es la primera de María de Jesús Basón, quien se unió al Colectivo Solecito para buscar a su hijo. “Yo no quiero encontrarlo aquí pero, Dios mío, ¿dónde está mi hijo?”, dice entre sollozos.
“Yo no quiero encontrarlo aquí pero, Dios mío, ¿dónde está mi hijo?”.
ROSARIO SÁYAGO, MADRE DE FRANCISCO, DESAPARECIDO EN BOCA DEL RÍO, VERACRUZ, EN 2015
Su hijo Francisco tenía 23 años cuando desapareció, en julio de 2015. Era estudiante y trabajaba en una zapatería en Boca del Río, Veracruz. Había salido de su casa para ponerle crédito al celular, pero antes le dijo a su madre que quería contarle algo. “Nunca lo volví a ver”, explica María de Jesús.
Para muchas de estas mujeres, golpear y enterrar la varilla una y otra vez se ha convertido en una forma de sobrellevar la angustia y la falta de respuestas. “Escarbar, chapar, me quita un poco la desesperación porque me desquito con ella, le pego con todas las ganas de mi corazón”, dice Celia García, quien busca a su hijo Alfredo Román Arroyo, desaparecido hace seis años.
La técnica de búsqueda de personas con varillas se ha vuelto común entre los familiares de desaparecidos, tanto en Veracruz como en todo el país, por ser relativamente rápida, fácil y económica. Es un síntoma de la situación que viven.
Solo en el estado de Veracruz las cifras oficiales reconocen 2600 desaparecidos y en todo México el registro alcanza casi los 30.000 casos. Estas cifras han sido largamente cuestionadas por organizaciones civiles nacionales e internacionales, que denuncian que los números reales son mucho más elevados, ya que el país no cuenta con una base de datos a nivel nacional que contemple los casos por desaparición sin denuncia, ni un banco de datos de ADN que permita que las búsquedas y análisis en municipios y zonas rurales resulten más efectivas.
La mezcla de negligencia y falta de voluntad política, junto con una arraigada corrupción institucional y la escasez de recursos y capacidades técnicas en policías y fiscalías locales, ha empujado a miles de familias a tomar por cuenta propia la búsqueda de sus desaparecidos.
En febrero de 2017, el Colectivo Solecito acaparó las noticias cuando dio a conocer el hallazgo de los 253 cuerpos encontrados a lo largo de ocho meses en la fosa localizada en las afueras de la ciudad de Veracruz, el puerto más grande de México

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